El museo del Hermitage de San Petersburgo, la pinacoteca más grande del mundo, cuenta con una especie de patrulla formada por unos 65 gatos que se encarga de cuidar las obras del museo. Tres personas se dedican a atender y alimentar a esos gatos silenciosos, discretos y bastante gordos.
Resulta muy importante que los gatos estén en plena forma pues su sola prseencia basta para ahuyentar a ratas y ratones y que no dañen las obras. A veces los cuidadores deben poner dinero de su bolsillo para atender a los felinos. Si bien existe un fondo benéfico que aporta donativos. Incluso para fomentar la generosidad de los donantes, en ocasiones se organizan exposiciones temáticas dedicadas a las pinturas en las que aparecen gatos y otras mascotas retratadas.

Cada año, el Hermitage rinde homenaje a estos peculiares gatos que habitan los sótanos del espacioso Palacio de Invierno. Así, los gatos se han convertido en una parte muy significativa de la vida del museo y en una de sus leyendas más famosas. No en vano, existe un Día del Gato en el Hermitage.
La emperatriz Catalina II, fundadaor de este magnífico museo en 1764, ordenó escoger a los mejores gatos cazadores de ratones. La soberana rusa otorgó a los felinos el estatus de «custodios» de las riquezas allí guardadas; los rusos son unos amantes de los animales y, en especial, de los gatos.
El Hermitage cuenta con unos tres millones de piezas pertenecientes a distintas épocas, civilizaciones y culturas. Sólo un 3% de todas esas obras están a la vista del visitante, mas los gatos cuidan de las mismas y, especialmente, de las que están guardadas en los almacenes.
Los cuiadores tratan de evitar que los gatos salgan a la calle y se relacionen con otros animales, pero no siempre se consigue. El tamaño que tienen hace complicado crear obstáculos que limiten sus movimientos. Por eso, en ocasiones, algún gato vagabundo suele unirse a esta particular cuadrilla de gatos del Hermitage.